Las Semillas ¿Mejor tomarlas molidas?

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¿Es realmente mejor?  ¿Necesario? Qué beneficios obtenemos a diferencia de consumirlas enteras? Son preguntas muy frecuentes y que no vamos a poder contestar con un simple sí o no, veamos porque… 

Ante todo explicar que las semillas, a pesar de estar ahora muy “de moda”, llevan consumiéndose desde hace más de 8.000 años en territorios como Turquía y Siria, y que a pesar de su diminuto tamaño, contienen una gran riqueza de nutrientes vitales para nosotros, y más ahora con el estilo de vida tan desnaturalizado que llevamos…Y es justamente debido a su tamaño (y estructura celular) que nos vemos ante la obligación de plantearnos cuál es la mejor manera de apropiarnos de sus beneficios.

Cuando consumimos semillas de lino o chía enteras sin más, suelen salir tal cual han entrado en nuestro cuerpo, casi intactas. Y es que su completa masticación se hace difícil al ser tan pequeñas y estar envueltas por su cáscara, que ejerce también como protección. Poco habremos absorbido y aprovechado de sus fantásticos poderes antioxidantes y antiinflamatorios entre otros, pero… Sí que podemos aprovecharnos de su fibra y poder mucilaginoso (en otras palabras, de su poder de “gelificación”) al simplemente dejarlas en remojo en agua, zumo o bebida vegetal, durante un mínimo de 3-4 horas o incluso mejor toda una noche, y conseguir así un efecto limpiador de nuestro tránsito intestinal.

Se trata de un antiguo pero eficaz remedio, que ayuda a combatir el estreñimiento y que también regula los niveles del colesterol y azúcar en sangre. Un claro ejemplo de “gelificación” es cuando elaboramos un pudin de chía, en el que se hinchan las semillas tras estar unas horas en remojo, y acaba por formarse esa textura gomosa, de gran poder de arrastre en nuestros intestinos. Cabe decir que su riqueza en fibra ejerce un alto efecto saciante (ideal para dietas de adelgazamiento), y que al ser en parte soluble (al igual que las de lino), se comportan como fuente prebiótica, algo necesario e indispensable a la hora de promover y querer gozar de una buena salud y microbiota intestinal.

Y entonces,  ¿por qué  tomar semillas molidas?. Pues bien, la respuesta es que al molerlas, convertimos lo difícil de absorber en asimilable y fácil de digerir. Digamos que, gracias a la acción de molerlas, las desprotegemos de su cáscara protectora, y conseguimos hacer más accesibles las virtudes que se esconden en su interior. Por un lado, aprovechamos mejor su riqueza en antioxidantes y en Omega 3, un ácido graso que ejerce una acción anti-inflamatoria, muy beneficioso para nuestra salud cardiovascular y para combatir procesos de origen artrósicos y/o reumáticos.

También su calcio, juntamente con el boro y magnesio, quedan más disponibles de cara al buen mantenimiento de nuestra masa ósea, así como sistema nervioso.

Otra ventaja es que conseguimos aprovechar mejor su gran riqueza en proteína vegetal, consiguiendo así una buena ayuda a la hora de regenerar nuestros tejidos y músculos.

La ventaja es que  se pueden espolvorear encima de cualquier plato! Y para los que no disponen de mucho tiempo o de un molinillo, se pueden comprar las semillas ya molidas y guardarlas en un tarro de vidrio, en nevera o incluso en el congelador, y así  prolongar su vida útil. En este caso, es importante asegurarse que toda la humedad quede eliminada en el envase, a fin de evitar su oxidación.

Las semillas, molidas o enteras, queda a escoger según la necesidad.

 

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